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PDF Confesión de fe en perspectiva menonita

Confesión de fe en perspectiva menonita
Iglesias Menonitas de Canadá y Estados Unidos


Artículo 17. Discipulado y la vida cristiana

Creemos que Jesucristo nos llama a tomar nuestra cruz y seguirle. Por medio del don de la gracia salvadora de Dios, recibimos la potestad de ser hechos discípulos de Jesús, llenos de su Espíritu, siguiendo sus enseñanzas y su camino a una vida nueva a través del sufrimiento. A medida que por la fe somos consecuentes con su manera de vivir, nos vamos transformando a su imagen. Así llegamos a ser hechos conformes a Cristo y fieles a la voluntad de Dios, separados del mal que hay en el mundo.

La experiencia de Dios por medio del Espíritu Santo, la oración, las Escrituras y la iglesia nos capacita y nos enseña cómo seguir a Cristo. Asimismo, al seguir a Cristo en nuestras vidas, somos llevados a una relación más estrecha con Dios, y Cristo mora en nosotros [1]. Mediante la gracia, Dios obra en nosotros para volver a crearnos a la imagen de Cristo, quien es a su vez la imagen del Dios invisible. Allí donde la fe cristiana se muestra activa en el amor y la verdad, se encuentra la nueva creación. Por el nuevo nacimiento hemos sido adoptados en la familia de Dios, llegando a ser hijos de Dios [2]. Nuestra participación en Cristo incluye tanto la salvación como el discipulado.

De la conformidad con Cristo se desprende obligatoriamente el inconformismo con el mundo [3]. La verdadera fe en Cristo supone una disposición a hacer la voluntad de Dios, en lugar de la persecución caprichosa de felicidad individual [4]. La verdadera fe supone buscar primeramente el reino de Dios en sencillez, en lugar de perseguir el materialismo [5]. La verdadera fe supone actuar en paz y justicia, en lugar de recurrir a métodos violentos o militares [6]. La verdadera fe supone ser leal ante todo al reino de Dios, en lugar de a ningún estado nacional ni grupo étnico que reclame nuestra lealtad [7]. La verdadera fe supone aseverar la verdad con sinceridad, en lugar de depender de juramentos para garantizar que decimos la verdad [8]. La verdadera fe supone castidad y fidelidad a los votos matrimoniales por amor, en lugar de la distorsión de relaciones sexuales, contraria a la intención de Dios [9]. La verdadera fe supone tratar nuestros cuerpos como templos de Dios, en lugar de permitir que arraiguen conductas adictivas. La verdadera fe supone realizar obras de compasión y reconciliación, en santidad de vida, en lugar de permitir que el pecado nos domine [10]. Vivimos nuestra fidelidad a Cristo en la vida de amor y el testimonio de la comunidad de la iglesia, que ha de ser un pueblo separado, santo para Dios.

En todas las áreas de la vida, nuestra vocación es ser discípulos de Jesús. Jesús es nuestro ejemplo, especialmente en su sufrimiento por la justicia sin tomar represalias [11], en su amor por sus enemigos y en su perdón de los que le persiguieron. Sin embargo al seguir a Jesús vemos no sólo la cruz, sino que a través de la cruz vemos el gozo de la resurrección. Esperamos que Dios reivindicará a los que siguen el camino estrecho que conduce a la vida [12]. «Si hemos muerto con él, también viviremos con él. Si aguantamos, también reinaremos con él» [13].

  1. Fil 3,10
  2. Ro 8,12-17
  3. Ro 12,1-2
  4. Mt 26,39
  5. Mt 5,3; 6,25-33
  6. Zac 4,6; Mt 5,6.9.38-48.
  7. Jos 24; Sal 47; Hch 5,29
  8. Mt 5,33-37
  9. Mt 5,27-30
  10. Mi 6,8; Ro 6,12-14
  11. 1 P 2,21-23; Ro 12,9-21
  12. Mt 7,13-14
  13. 2 Ti 2,11-12
 
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