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PDF Confesión de fe en perspectiva menonita

Confesión de fe en perspectiva menonita
Iglesias Menonitas de Canadá y Estados Unidos


Artículo 2. Jesucristo

Creemos en Jesucristo, la Palabra de Dios hecha carne. Él es el Salvador del mundo, que nos ha librado del dominio del pecado y reconciliado con Dios al humillarse y hacerse obediente hasta la muerte en una cruz [1]. Fue declarado Hijo de Dios mediante su resurrección de entre los muertos [2]. Él es la cabeza de la iglesia, el Señor exaltado, el Cordero que fue inmolado, que volverá para reinar con Dios en gloria. «Nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo» [3].

Confesamos a Jesús como el Cristo, el Mesías, por medio del cual Dios ha preparado un pacto nuevo para todos los pueblos. Nacido de la simiente de David, Jesucristo cumple las promesas mesiánicas hechas por medio de Israel [4]. Como profeta, él ha proclamado la llegada del reino de Dios y ha llamado a todos a arrepentirse. Como maestro de sabiduría divina, ha dado a conocer la voluntad de Dios en cuanto a la conducta humana Como fiel sumo sacerdote, ha hecho expiación terminante por el pecado y ahora intercede por nosotros. Como rey que escogió el camino de la cruz, ha revelado la naturaleza servicial del poder divino [5].

Aceptamos a Jesucristo como el Salvador del mundo [6]. En su ministerio de predicación, enseñanza y sanidad, él proclamó perdón de pecados y paz para los que estaban cerca y los que estaban lejos [7]. Al reunir discípulos que le siguiesen, dio comienzo a la nueva comunidad de fe [8]. En su padecimiento, amó a sus enemigos y no resistió con violencia contra ellos, dejándonos así un ejemplo a seguir [9]. Al derramar su sangre en la cruz, Jesús ofreció su vida al Padre, cargó con los pecados de todos, y nos reconcilió con Dios [10]. Entonces Dios le levantó de entre los muertos, conquistando así la muerte y desarmando las potestades del pecado y del mal [11].

Reconocemos a Jesucristo como el único Hijo de Dios, la Palabra encarnada de Dios. Fue concebido del Espíritu Santo y nació de la Virgen María. Al ser plenamente humano y tentado igual que nosotros pero sin pecar, él es el prototipo de lo que es ser humano [12]. Al ser plenamente divino, es en él que la plenitud de Dios tuvo a bien habitar. Durante su vida terrenal, Jesús mantuvo una relación de intimidad con su Abba celestial y enseñó a sus discípulos a orar «Abba, Padre» [13]. Él es la imagen del Dios invisible, y «todas las cosas fueron creadas por él y para él, porque él es antes que todas las cosas» [14].

Nos sometemos a Jesucristo como cabeza de la iglesia, su cuerpo [15]. Como miembros de su cuerpo, estamos en Cristo y Cristo vive en nosotros. Potenciada por esta relación de intimidad con Cristo, la iglesia da continuidad a su ministerio de misericordia, justicia y paz en un mundo abatido [16].

Adoramos a Jesucristo como aquel a quien Dios ha exaltado y hecho Señor sobre todas las cosas. Él es Señor nuestro y es Señor del mundo aunque éste todavía no le reconozca. Vivimos en la certeza de su regreso como aquel por quien toda la humanidad será juzgada. Él es aquel quien será reconocido como Señor de todo y de todos, es el Cordero quien reinará eternamente y para siempre [17].

  1. Fil 2,5-8
  2. Ro 1,4
  3. 1 Co 3,11
  4. 2 S 7,13-14; Is 9,1-6; Ro 1,3; 2 Co 6,18
  5. Is 42,1-9; Mt 4,17; Lc 4,43s; Mt 5,7; Heb 2,17; 1 P 3,18; Ro 8,34; Heb 7,25; Jn 18,36-37; Ap 5,8-14; 7,17
  6. Hch 4,12; 1 Jn 4,14
  7. Ef 2,13-22
  8. Mr 3,13-19
  9. Mt 26,50; 1 P 2,21-23
  10. Lc 23,46; Ro 5,18; 2 Co 5,19
  11. Col 2,15; Ef 1,20-21
  12. Heb 4,15; Ro 5,14-21; 1 P 2,21
  13. Mr 14,36; Mt 6,9-13; Ro 8,15; Ga 4,6
  14. Col 1,15-17.19
  15. Ef 1,22-23
  16. Col 1,24
  17. Hch 17,31; Fil 2,11; Ap 5,12-14
 
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