eme2017

Metas para el año 2025
por Dionisio Byler

En el Nº 12 de El Mensajero, de marzo de 2003, informábamos de que en la reunión anual de pastores y líderes de AMyHCE (Anabautistas, Menonitas y Hermanos en Cristo - España) se decidía, entre otras cosas, establecer unas metas de crecimiento para nuestra red de iglesias en España, que se resumía en triplicar nuestros números (ver gráfico).

Metas para 2025
 Año 1975 2000 2025
 Iglesis locales 0 4 12
 Miembros bautizados 0 160 500
 Asistencia semanal 0 233 700

Habíamos recibido recientemente —según informábamos entonces— el espaldarazo de que otras denominaciones evangélicas mucho más arraigadas y numerosas en España, nos habían reconocido en FEREDE (Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España) como «familia denominacional» con notorio arraigo en el país.

Hacíamos balance del camino recorrido hasta entonces, para hacer estas proyecciones de futuro en fe, esperando en Dios. En 1975 llegaron los primeros misioneros menonitas a España, tras la breve presencia de cooperantes menonitas en un proyecto de alimentación de niños refugiados durante la Guerra Civil. Juan y Boni Driver llegaron en ese año, 1975, aunque no con el cometido de crear iglesias menonitas. Su idea era cooperar con las iglesias evangélicas españolas en un momento de singular apertura política, social y religiosa, cuando España evolucionaba hacia un régimen político democrático. Esto hicieron, pero a la vez el retorno de algunos emigrantes españoles desde Bélgica a Barcelona dio lugar a la creación de una pequeña comunidad menonita allí.

A la postre llegarían otros misioneros, tanto menonitas como de Hermanos en Cristo; y por influencia de Driver había diferentes comunidades pequeñas e individuos que se identificaban con el anabautismo y el menonitismo.

La adopción de la meta de triplicar nuestra presencia en España para el año 2025 obedecía, en primer lugar, al impulso evangelizador y de expansión del reinado de Dios que hemos recibido todos los cristianos con la Gran Comisión de Jesús en Mateo 28,18-20. No podíamos quedarnos encerrados en nuestras comunidades, sino que habíamos recibido el maravilloso evangelio de Jesucristo, que tiene que poder oír también todo ser humano en todo el mundo —y todo español—.

La otra motivación para la adopción de esta meta era un estudio sociológico que habían recibido unos años antes las pequeñas comunidades menonitas en Sicilia (Italia), de que para que una agrupación denominacional pueda arraigar y perpetuarse en el tiempo en un país, necesita un número mínimo de 500 miembros. Desde una base así es más fácil que puedan ir surgiendo líderes y pastores desde su propio seno, formados y arraigados en una misma manera de entender y vivir el evangelio.

La importación de líderes desde otras agrupaciones y con otras tradiciones eclesiales no tiene nada de malo, por cuanto somos todos hermanos y miembros de la misma iglesia universal de Cristo Jesús. Pero sí tenderá a una pérdida de identidad y un revertir a un evangelicismo genérico, de «marca blanca», sin nada particular que contribuir a la riqueza de la diversidad del testimonio cristiano en un país. Y nosotros estábamos persuadidos de que la tradición anabautista sí tenía algo positivo que aportar, que era menester intentar que no se perdiese en España.

Según ese estudio sociológico de las denominaciones evangélicas, que recibieron los menonitas italianos y del que nos enteramos nosotros, entonces, hacía falta una «presencia social» de como mínimo unos 500 miembros comprometidos, para poder mantener esa identidad propia más allá de una o dos generaciones.

¿Y por qué 2025? Considerando como punto de partida el año 1975, por la llegada a Madrid del matrimonio Driver, y encontrándonos aproximadamente un cuarto de siglo después, nos parecía que sería apropiado fijar estas metas para el aniversario de medio siglo de aquella llegada. Dios mediante, sigue en pie la meta de poder celebrar en 2025 ese 50 aniversario como agrupación denominacional, con suficiente base sociológica para entonces como para tener esperanzas de continuidad en el tiempo.

Desde luego, si con este tipo de meta recibíamos algo de impulso adicional a la motivación ya de por sí suficiente del mandamiento de Cristo a «ir y anunciar el evangelio, bautizando…», ¡bienvenido sea ese impulso adicional!

En aquel entonces estábamos presentes en muy pocas comunidades autónomas: Cataluña, Castilla y León, Madrid y Galicia. Poco ha cambiado desde entonces en ese particular. Hace años, con el apoyo firme de la Red Menonita de Misión (EEUU), intentamos establecer una comunidad en Andalucía (Málaga); y desde hace años hay un esfuerzo no menos firme de la Misión Menonita Rosedale (EEUU) en Granada, que esperamos que conseguirá establecer una iglesia estable. Hubo también durante 2-3 años una iglesia en Canarias vinculada a los Hermanos en Cristo. Así que un reto que deberíamos tener presente y que tal vez debería figurar si un día volviésemos a fijar metas de expansión futura, sería haber establecido comunidades en otras partes del territorio español.

Con estas metas en mente, escribimos por aquella época (2003) una carta a varias agencias de misiones menonitas en el mundo, invitándolas a sumarse a este impulso de expansión. Queríamos contar con ese apoyo exterior, conscientes de que en esta primera etapa de arraigo en España éramos todavía muy pocos y estábamos demasiado dispersos en la geografía española, como para poder conseguir esas metas por nuestra propia cuenta.

Esta es por supuesto una situación provisional, de inicio, de etapa fundadora, que el tiempo y nuestro propio crecimiento superará. Para 2025 ya deberíamos poder mantener nuestra presencia y nuestro crecimiento en España sin apoyos exteriores. Aunque por supuesto si hay misiones anabautistas que siguen queriendo sumarse a este proyecto, hay mucho pueblo por evangelizar aquí. «La mies es mucha y los obreros pocos», como diría Jesús. Pero ya no será en absoluto una dependencia, sino una colaboración fraternal. El caso que esto ya viene siendo más o menos así —colaboración fraternal, que no dependencia— desde hace años.

Seguramente el impulso exterior más notable que hemos vivido desde que se establecieron estas metas, fue la llegada de Amor Viviente, desde Honduras. Cuando en el Congreso Mundial Menonita en Zimbabue en 2003 hice una apelación emocionada a una reunión de líderes hispanoamericanos, a que se sumaran a la expansión del evangelio en España, ya habíamos recibido una visita varios años antes, de representantes de Amor Viviente. Pero allí, en Zimbabue, nos volvieron a confirmar que Dios los estaba impulsando a establecer un punto de misión en España. La contribución que han aportado a nuestra familia denominacional es importantísima. La iglesia Amor Viviente en Barcelona ha superado ya en número de fieles a la comunidad anabautista en Burgos, para ser hoy nuestra congregación más numerosa. Y han abierto lugares de culto en otras ciudades también.

Dios ha sido notablemente fiel. Nosotros ponemos algo de esfuerzo obediente, pero quien toca corazones y derrama su Espíritu sobre los individuos para que acepten el evangelio, es por supuesto Dios mismo. Siempre que haya sido Dios —como así creíamos en 2003— el que nos ha inspirado a fijar estas metas, es perfectamente verosímil la esperanza de conseguir alcanzarlas. De hecho, por lo menos en cuanto a número de miembros bautizados y asistencia habitual a nuestras reuniones semanales, es probable que ya hoy, a principios de 2018, las hayamos superado.