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  Nº 118
Enero 2013
 
  ansiedad
 
Recursos espirituales frente a
la ansiedad generada por la crisis
por Dionisio Byler

I. Conceptos a manera de introducción.

   

Continuamos aquí, como el mes pasado, con temas presentados en el reciente EME 2012 en Galicia. Aquí, el tema de uno de los talleres.

 

  • Mi primera experiencia de crisis económica aguda fue con la hiperinflación en Argentina en los años 70. Cada mes el salario que recibía como profesor del Conservatorio de Música de la Provincia de Buenos Aires era aproximadamente el doble que el mes anterior. Y cada mes al cabo de dos o tres semanas, se nos acababa la «plata». Yo no sabía cómo hacer para alimentar a mi esposa y mi hijo recién nacido. Me sentía inválido como esposo y padre y proveedor para mi familia. En aquella crisis, sin embargo, Connie y yo aprendimos una lección que nos ha durado toda la vida, de que (1) Dios provee para los que confían en él y (2) puestos a vivir «de milagro», uno se puede permitir compartir con los que tienen menos que lo muy poco que tiene uno. A Dios le da igual un milagro grande que uno pequeño.

  • Hace algunos años pasé por una depresión, de la que aprendí mucho acerca de mí mismo. Entre las cosas que descubrí en mi lucha con la depresión, fue que tengo un carácter fundamentalmente ansioso y desconfiado acerca del mundo y del futuro. Y sí, mi ansiedad tuvo un componente de preocupación por nuestra economía familiar, por cuanto coincidió con una reducción importante de nuestros ingresos.

  • Antes de entrar de pleno al tema en sí, que es de recursos espirituales, debo decir que hay también otros recursos. Llegado hasta cierto punto, a mí me ayudó bastante el diagnóstico y la medicación para conseguir un mínimo de equilibrio desde donde poder empezar a reorganizarme la cabeza. Doy gracias a Dios porque además de recursos espirituales, hay también otros recursos que también pueden ser útiles. La espiritualidad no está reñida con saber valerse de la ciencia, por cuanto honra a Dios vivir con inteligencia en este mundo material que él nos ha creado.

  • El título de esta charla se presta a engaño, a propósito: Siempre que sufrimos una crisis de ansiedad nos parece que viene provocada por un elemento perturbador, exterior a nuestra persona. Pero aunque es cierto que las circunstancias exteriores —como la Crisis— nos pueden poner a prueba, padecer o no ansiedad es una reacción personal, tal vez una debilidad personal, ante esas circunstancias. No todos se vuelven ansiosos con la Crisis. ¡Algunos se sienten estimulados y se lanzan a por proyectos nuevos! Padecer arrebatos de ansiedad nos brinda una oportunidad inesperada para descubrir lo que escondíamos, sin saberlo, en nuestro interior.

  • Estrechamente relacionado con esto está la triste realidad de que la ansiedad es nuestro pecado y a la vez es nuestro castigo. Nos hallamos presos en una dinámica terrible donde la Biblia nos manda no angustiarnos sino confiar en el Señor, y resulta que nosotros no sólo padecemos angustia sino que nos come desde dentro, nos quita el sueño, nos roba el gozo de vivir, nos consume y nos mata. ¡Es nuestro castigo tanto como pueda ser nuestro pecado!

II. Cinco recursos espirituales contra la ansiedad

1. Confesión. ¿Qué es la primera cosa que sabemos que hay que hacer cuando nos damos cuenta de un pecado? ¡Confesarlo! Para alguien en mi posición fue importante informar desde el principio a la iglesia de lo que me estaba pasando. ¡Desde las «tinieblas» del encubrimiento y secreto me es imposible ministrar con la gracia de Dios! Pero si a fin de cuentas somos todos «un reino de sacerdotes», esto mismo es aplicable a cada uno de nosotros.

2. Apoyo fraternal. Es una consecuencia directa de la confesión: El cariño, afecto, auténtico amor de mis hermanos y hermanas. Nunca me sentí solo. En mi caso no era que tuvieran que ayudarme materialmente —que también podría haber sido y lo habrían hecho— sino que estaban ahí conmigo y me hacían sentir su interés y afecto. En el caso mío mi problema esencial no era el económico sino el mental, el de la ansiedad. Y para esto sí el subidón que da el amor fraternal es un recurso especialísimo.

3. Oración. En mi experiencia personal, las oraciones de los hermanos fueron eficaces. Sospecho que tan eficaces como pudieron ser las mías. Porque los demás, al no estar sumidos en mi mismo estado de ánimo, tenían la mente más despejada para ejercer la fe y declarar la victoria y la ayuda de Dios. Los hermanos y hermanas oraron por mí cada vez que lo pedí, otras veces en alguna reunión cuando yo no lo pedía… y seguramente otras muchas veces que ni me enteré. El que se enteró siempre fue Dios, que oyó todas esas oraciones con interés personal. Consideró respetuosamente las opiniones de quienes hablaban con él (por mucho que seguramente le contaban cosas que él ya sabía).

4. Verdades divinas. A mí la ansiedad me atacaba especialmente de noche, porque en ese estar muerto de sueño pero sin poder dormir por las preocupaciones, la ansiedad tiene su ámbito más natural para agrandarse y hacerse obsesión. Me bendijo de noche repetir cosas seguras, como el Salmo 23 o el Padrenuestro. El Salmo 23 es una declaración como pocas de confianza en la provisión eterna de Dios donde es imposible que nada nos falte. Y con el Padrenuestro declaramos nuestra confianza de que Dios dará cada día a su pueblo por lo menos pan, para no morir de hambre. Es imposible repetir una y otra vez el Padrenuestro pensando en lo que dice, sin recordar que hay personas que le piden precisamente a Dios eso y nada más: un mendrugo de pan para no morir de hambre. Y del Padrenuestro, entonces, uno procede con no poca vergüenza a enumerar las muchísimas bendiciones materiales con que Dios, incluso en nuestros tiempos de crisis económica, nos colma un día sí y otro también.

La batalla que nos presenta la ansiedad es una batalla entre la verdad del amor y los cuidados de Dios, y las mentiras del diablo. La única forma que sé de combatir esas mentiras, es repetir machaconamente la Verdad. En este caso, verdades aprendidas de textos bíblicos.

5. La Presencia de Dios. Aprendí a aferrarme tan como un clavo ardiendo a la compañía constante y siempre presente de Dios, que hoy cuando la gente habla de buscar a Dios me quedo perplejo y sinceramente, no sé de qué están hablando. ¿Cómo voy a buscar al que nunca me abandonó ni jamás se me ha perdido, ni siquiera en mis horas más oscuras? Al principio me preguntaba: ¿Habré hecho algo mal? ¿Me está castigando por algo Dios? Pero respiraba hondo, y soltando lentamente el aire despejaba la mente y consultaba con lo más profundo de mi interior. Y allí seguía brillando la Luz, por mucho que mi ansiedad me decía que todo era oscuridad impenetrable. Así que me echaba a reír y seguía luchando con la ansiedad, pero por lo menos con la tranquilidad de saber que Dios no se me había apartado.

Cada persona tendrá sus propias maneras de cultivar la consciencia de la Presencia de Dios. Mi hermano mayor hace largas excursiones, absolutamente solo, por las Montañas Rocosas de Estados Unidos, donde vive. Allí en la enormidad de las montañas y del silencio, se siente perfectamente solo con Dios, el uno solamente para el otro.

En el caso mío, siento a Dios escuchando música clásica. Tal vez especialmente cuartetos de cuerda y sinfonías. Hay obras sinfónicas con letra. A veces son letras más o menos cristianas. De vez en cuando me descubro llorando ante la inmensidad de ese mensaje acompañado de forma tan sublime por la orquesta sinfónica. Esto me pasaba, por ejemplo con el Réquiem Alemán de Brahms, cuya letra es textos de consolación sacados de la Biblia; o con el primer movimiento de la Octava sinfonía de Mahler, donde invoca al Espíritu Creador.

Cada persona, entonces, tendrá que encontrar su forma de cultivar y tomar tiempo para disfrutar intensamente, la profunda certeza de la Presencia acompañadora del Señor de todo lo que existe, que nos ama como nosotros amamos a nuestros hijos y nos recibirá en su tierno abrazo el día que deje de latir nuestro corazón. Puedo asegurar con la confianza que viene de mi experiencia personal, que desde el refugio de esa certeza de Dios en tu interior, que inunda todo tu ser y llena cada rincón de tu cuerpo y alma con Luz eterna, la ansiedad tiene muy difícil prevalecer.

Difícil, pero no imposible. Mi propia experiencia con la ansiedad ha sido que la lucha va para largo y puede deberse a una debilidad propia del carácter de uno. Algo con que tal vez tengamos que luchar siempre. Pero aunque la lucha puede que vaya para largo… ¡No estamos sin recursos espirituales para la batalla!

 
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